The void of Abuelo’s magic.

If you are as lucky as me or my kids, to have grown up with a grandparent/great-grandparent, then you’ll understand the unique void left when they are no longer by your side. For us, abuelo, “Lelo” as my daughter nicknamed him, was magical.

Not only was I raised by my grandpa and spent practically every day by his side, but my kids, Shea and Lincoln, his great grandkids, had that privilege as well. To wake up and have him prop them up on his recliner for breakfast or feed them their bottle and rest them on his shoulders to burp them as babies, who else could say that their great grandpa did that. Or just as is the perfect pairing of peanut butter and jelly, so were Tobias and Chivita (me). Oh God how fortunate were we, only to have that all go away -poof- just like that.

My grandpa was simply the best. I can still recall his jovial smile and his face plump up as he witnessed something that was probably incredibly ordinary, but for him was being in the presence of greatness. Like my son building a Lego set in our living room. “Wow papa”, as he would refer to my son,” That’s good-good job”! Or my daughter playing a xylophone and hearing his thunderous claps, encouraging her as if watching her in the audience at a musical theater.

Just like magic evokes a sense of wonder and awe, and prompts us to think, How did they do it? so did my abuelito. How did he make me feel nothing less than loved even when I was being a brat? Who else but grandpa could let us get away with anything even when we knew we probably shouldn’t be doing it? Or at the age of 82, still be the daily caregiver for his wife of 62 years? He had superpowers, nothing short of extraordinary to still be cooking, laundry and find time to make us all laugh. My abuelito’s greatest trick was never giving up on us, and always encouraging us especially when we didn’t think we could.

My abuelito’s magic is eternal. Even though he is gone, he still finds ways to “Wow” us with his memories.

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El vacío de la magia del Abuelo.

Si tienes tanta suerte como yo o mis hijos de haber crecido con un abuelo o bisabuelo, entonces comprenderás el vacío único que queda cuando ya no están a tu lado. Para nosotros, nuestro abuelo, “Lelo”, como lo apodaba mi hija, fue mágico.

No solo fui criado por mi abuelo y pasé prácticamente todos los días a su lado, sino que mis hijos, Shea y Lincoln, sus bisnietos, también tuvieron ese privilegio. Despertarse y hacer que los recostara en su sillón reclinable para el desayuno o que les diera el biberón y los descansara sobre sus hombros para hacerlos eructar cuando eran bebés, ¿quién más podría decir que su bisabuelo hizo eso? O tal como es la combinación perfecta de mantequilla de maní y mermelada, también lo eran Tobías y Chivita (yo). Oh Dios, qué afortunados fuimos, sólo para que todo eso desapareciera -puf- así como así.

Mi abuelo era simplemente el mejor. Todavía puedo recordar su sonrisa jovial y su rostro regordete al presenciar algo que probablemente era increíblemente común, pero para él era estar en presencia de la grandeza. Como mi hijo construyendo un juego de Lego en nuestra sala de estar. “Wow papá”, como se referiría a mi hijo, “¡Buen trabajo!”. O mi hija tocando un xilófono y escuchando sus atronadores aplausos, animándola como si la mirara entre el público de un teatro musical.

Al igual que la magia, evoca una sensación de asombro y nos insta a pensar: ¿Cómo lo hicieron? mi abuelito también. ¿Cómo me hizo sentir nada menos que amado incluso cuando no estaba siendo razonable?¿Quién más que el abuelo podría dejarnos salirnos con la nuestra, incluso cuando sabíamos que probablemente no deberíamos hacerlo? ¿O a la edad de 82 años, seguir siendo el cuidador diario de su esposa durante 62 años? Tenía superpoderes, nada menos que extraordinario para seguir cocinando, lavando ropa y encontrando tiempo para hacernos reír a todos. El mayor truco de mi abuelito fue nunca darse por vencido con nosotros y siempre animarnos, especialmente cuando pensábamos que no podíamos.

La magia de mi abuelito es eterna. A pesar de que ya no está, todavía encuentra maneras de “sorprendernos” con sus recuerdos.